La ansiedad en sus diferentes niveles,
es un sentimiento muy frecuente en consulta.
La originan diferentes desafíos familiares, laborales y sociales en donde también es usual que la utilización de la “calidad” este desmedida.
Llegan estas personas con la sensación de que nada de lo que hagan o digan, será suficiente.
Sacan notas de 10 sobre 10 y sin embargo se dicen a si mismas, pude haber sido el primero en sacar 11 y no lo logré. ¡que malo soy!
Estos pensamientos también deterioran las relaciones porque se aplican en la misma proporción hacia los demás.
Es así como nos encontramos con parejas muy criticas o papás y mamás muy exigentes.
Y al profundizar, descubriremos adultos respondiendo a las exigencias que sus padres tuvieron hacia ellos en su infancia.
Conducta que en la niñez se entiende como rechazo y que se intenta superar a través de la autoexigencia desbordada para lograr ser aceptado…
O en otras ocasiones el niño queda tan frustrado con sus intentos de ser reconocido que también puede quedar diciéndose “ya para que lo intento más”
y vemos estos adultos deprimidos e incapaces de “ser”,
porque tienen la convicción de no ser suficientes.
No esta mal ser exigentes y querer dar resultados de calidad,
tampoco se trata de no utilizar la “calidad” y contentarnos con lo mínimo,
quedando casi sin aspiraciones, sumidos en la mediocridad.
Es importante mantener una justa proporción.
Un equilibrio.
Siempre las cosas pueden ser mejor, eso es verdad.
Por lo cual el esfuerzo que se haya puesto en entregar resultados de calidad también debe ser valorado y hasta celebrado.
Como una forma de AMOR, propio y hacia los demás.
A veces nos esforzamos y nos esforzamos y los resultados no son los que esperamos.
Y si no reconocemos el esfuerzo y celebramos los avances por concentrarnos en el resultado perfecto,
nos agotaremos, la vida perderá los colores del disfrute y el sentido.
Porque la vida es para disfrutarla, ¿no?
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