“Estar congelados emocionalmente”

“Estar congelados emocionalmente”

A veces percibimos que la situación es tan dolorosa y desafiante,

que supera nuestras capacidades,

y entonces como mecanismo de defensa, nuestro organismo decide que estas emociones no son necesarias y las guarda en un congelador.

Y se soluciona momentáneamente ese malestar que aparentemente nos sobrepasa.

La consecuencia es que, al congelar las emociones desagradables, también se congelan las agradables,

entrando en una especie de letargo emocional,

en donde supuestamente estamos seguros porque no experimentamos fuertemente la rabia, el miedo o la tristeza,

sin embargo, en donde también es difícil experimentar alegría, placer, amor y otras emociones agradables y que nos nutren positivamente.

Si las emociones tienen funciones adaptativas y protectoras,

es claro que el hecho de decidir no experimentarlas para protegernos nos deja al mismo tiempo en una situación de vulnerabilidad.

Me encuentro este congelamiento, en consultantes que vivieron situaciones muy desafiantes en la infancia como…

  • Duelos no resueltos por perdida de uno de sus padres
  • Abandonos
  • Abusos
  • Eventos traumáticos

Y claro, se dicen a si mismos esto se queda congelado o estas emociones no me van a permitir avanzar.

Una decisión de sobrevivencia.

Y a medida que crecen, entran en actividades compulsivas especialmente en el trabajo,

en donde encuentran el espacio necesario para distraer sus emociones y mantenerlas congeladas.

Esta conducta les ayudó en gran parte de su vida, sin embargo, llega el momento en que contener tanto las emociones, deriva en otras dificultades como ansiedad, depresión y otros trastornos emocionales.

Mi mirada positiva de esta situación es que fue una estrategia que funcionó y le ayudó a la persona a desarrollar capacidades que hoy en día también le van a servir para sentirse fuerte y empezar la tarea de deshacer esa promesa que se hizo en su infancia buscando cuidarse,

porque hoy en día ese peligro no es igual a como lo percibió en ese momento,

aunque en su cabeza exista la profunda creencia de que así es.

A veces en la infancia tomamos decisiones desde la confusión propia de la edad y por falta de adultos que puedan ayudarnos a comprender y ser más eficientes.

Por lo cual, en nuestra vida adulta, la tarea más importante será ser los adultos que esos niños necesitaron y merecieron.

Y aprender a vivir y a gestionar nuestro mundo emocional, de formas cada vez más eficientes.

Adquiriendo conocimiento profundo sobre las emociones…

¿cuáles son?

¿para qué sirven?

¿qué pensamientos y sensaciones corporales despiertan?

¿cómo puedo regularlas?

Buscando siempre incrementar nuestros niveles de bienestar y que podemos vivir una vida en plenitud.

Abrazo fuerte y gracias por leerme.

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