Hay heridas que el tiempo no borra, solo esconde.
Algunas duermen en nuestra memoria, otras se manifiestan en nuestra vida diaria como patrones repetitivos, relaciones conflictivas o una sensación persistente de vacío.
Pero lo que no sanamos nos sigue buscando, hasta que finalmente decidimos enfrentarlo.
Esta semana, fui testigo de cómo heridas de la infancia y la adolescencia que permanecían latentes y confusas en la mente, encontraron una vía de sanación muy profunda y contundente, en las constelaciones familiares.
Es sorprendente cómo nuestro cerebro funciona.
Les había contado antes que según los estudios, tenemos alrededor de 90,000 pensamientos al día y la mitad de ellos son negativos y repetitivos. Entre ellos, se esconden creencias profundamente arraigadas que condicionan nuestra vida adulta.
Algunas de las que escuché esta semana fueron:
- «Mi padre no me quiere.»
- «Mi madre me rechaza.»
- «No soy importante para mi madre.»
- «Soy un problema para mi familia.»
- «Sufro abusos, pero es mejor callar para no angustiar a mis padres.»
- «Vi a mi padre siendo infiel a mi madre, por ende, todos los hombres son infieles.»
- «Debo esforzarme mucho para que mis padres me quieran.»
Cada una de estas frases encierra dolor, pero también una búsqueda desesperada de amor.
Y ahí está lo más hermoso de este trabajo: descubrir que, detrás de todas estas creencias limitantes, lo que realmente hay es amor.
Amor detrás de esos padres exigentes.
Amor detrás de aquellos que se vuelven fríos e incapaces de expresar.
Amor detrás de hijos que asumen responsabilidades que no les corresponden, en un intento de sostener a sus familias.
El amor está siempre presente, aunque a veces llegue envuelto en el miedo, la frustración o el silencio.
Y la sanación radica en verlo, en reconocerlo y en permitirnos reconciliarnos con nuestra historia.
Acompañar estos procesos es un honor. Poder ofrecer herramientas que permiten a las personas deshacer nudos emocionales y abrazar su propia historia con compasión es, sin duda, una de las mayores satisfacciones de mi trabajo.
Porque sanar no es olvidar ni justificar, sino entender, aceptar y transformar.
Si alguna vez te has sentido atrapado en creencias que te limitan, te invito a mirar más allá del dolor y a preguntarte: ¿qué historia de amor está oculta detrás de mi herida?
Ahí, en esa respuesta, comienza una profunda oportunidad de reconciliación.