Hace años queriendo iniciar mi trabajo como psicoterapeuta,
tuve una pareja de terapeutas con quienes hice una formación, los cuales quisieron ser mis mentores.
Yo admiraba su trabajo y lógicamente me sentía honrado, además era una gran oportunidad en las manos para mi inicio;
sin embargo, con el paso de los meses pude enterarme de que mi “maestro” incluía actividades sexuales dentro de la consulta y que con esta conducta sistemática que el vendía como sanadora, estaba era confundiendo y retraumatizando a sus consultantantes.
Les vendía la idea de que el contacto genital era la salvación a sus problemas.
Inventando él sus propias teorías terapéuticas, se pasó por alto el manejo profesional de la contratransferencia,
esta es una especie de poder que tenemos sobre nuestros consultantes, ya que ellos han entregado la confianza de sanar en nosotros.
Escucho en consciencia a mis consultantes decirme “yo hago lo que tú me digas”,
y entiendo a profundidad, la responsabilidad que esas palabras me entregan.
Les había contado que estaba en el entrenamiento en constelaciones familiares en una escuela bien particular, donde sané profundamente y aprendí bastante sobre esta herramienta.
Sin embargo, me vuelvo a encontrar con un maestro lleno de denuncias porque aparentemente abusó sexualmente de varias de sus consultantes y estudiantes mujeres.
Por muchas cosas me sentía incomodo allí y debo admitir que me costó muchísimo trabajo cambiar de formación antes de conocer las denuncias.
En medio de mi duelo comprendí que además de sanar, conocí unas personas muy valientes que estaban entregadas en su 100% al turismo interior que tanto me gusta;
y claro en medio de estos viajes profundos nos conocimos hasta el alma y no quería dejar de pertenecer a este grupo de viajeros.
Otra parte de mi duelo lo resolví también preguntándome, ¿por qué la vida me pone en estos escenarios de abuso terapéutico?
El abuso se puede dar de diferentes maneras y he intentado revisarme profundamente para ver que me quiere decir la vida con esto.
Por fortuna, no me siento identificado con una conducta abusiva de ninguna manera.
Por ejemplo, hace unos días atendiendo una adolescente, tuve ganas de decirle, por que así es mi forma de ser, que estaba más bonita que siempre.
A las personas nos reconfortan los halagos y si veo algo para elogiar, quiero decirlo.
Sin embargo, contuve mis impulsivas ganas de elogiar y solo se lo dije cuando pude hacerlo en tono alto y mientras bajábamos las escaleras para llegar a la sala de espera donde la esperaba la mamá y ella también podía escucharme.
Trate de hacerlo con todo el cuidado para que el lugar seguro que construyo y quiero para mis consultantes no se vea vulnerado…
Pero soy humano y me puedo equivocar.
Por eso seguiré atento a lo que la vida me quiere decir con estas experiencias,
porque siempre quiero ser una real opción de salud mental para mis consultantes.
Gracias por leerme y te mando un fuerte abrazo.
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